
29 de junio de 1956. Finalmente mis primos Ana y Jose Luis se rindieron ante el sueño en esta primera noche calurosa del verano. Tumbados en un colchón, entre las cebollas y las patatas, sus rostros infantiles aún conservan las risas de esta aventura nocturna en el hórreo. A su lado, mi madre no consigue conciliar el sueño…bajo el hórreo se rasca el burro contra el carro repleto de pelleyos con vinos de Castilla. Refugiada en el hórreo, no consigue abstraerse de los olores y de los ruidos que provienen de la cocina de la casa, donde la güela Rita y un grupo de vecinas siguen con la faena, preparando ollas de fabada, los pitos de caleya en el fornu de la cocina de leña y el arroz con leche con aromas a canela y azúcar requemada.
Ya quedan pocas horas para que el silencio y el orbayu de esta madrugada en las mesas preparadas en la huerta junto al hórreo, se tornen en folixa con los 120 comensales previstos para la celebración de su boda en el prado.
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